MESA REDONDA. ENCUENTRO DE CULTURAS























Crónica de la mesa redonda

Sebastián Gámez Millán






La historia es bien conocida: Abindarráez, moro Abencerraje granadino, se dirige a casarse con la bella Jarifa en secreto. Por el camino se encuentra a Don Rodrigo de Narváez, alcalde cristiano de Antequera y Álora. Luchan en un extraordinario combate, y Abindarráez cae prisionero. Este le cuenta a Rodrigo de Narváez el motivo de su pena: que anda enamorado de Jarifa, con quien tenía previsto casarse, a pesar de que el padre de ella se opone. Apiadado, Rodrigo le ofrece la libertad a condición de que regrese al tercer día. Abindarráez se lo promete, y se marcha a Coín, y se casa con Jarifa.


Una vez allí, ella trata de persuadirle de que no regrese, pero Abindarráez, en contra de su deseo, prefiere cumplir su palabra. De camino tropiezan con un hombre que cuenta cómo Rodrigo deseaba a una dama casada, pero que éste prefirió también la honra antes que saciar su deseo. Cuando llega a poder de Rodrigo, compadeciéndose del destino de Abindarráez, le pide al rey de Granada que logre que el padre de Jarifa los perdone. De esta manera Rodrigo los deja marchar, manifestando su virtud y estableciendo un imperecedero vínculo de amistad con ellos.


Tal como se lee en la canción, el Abencerraje fue “nacido en Granada, criado en Cártama, enamorado en Coín, frontero en Álora”. Por ello desde hace una década se celebran en Cártama las “Noches de la bella Jarifa”, en las que durante un fin de semana de finales de septiembre el centro de la ciudad adquiere un aspecto medieval, con velas, un zoco de artesanos, exhibiciones de cetrería, recreaciones teatrales y musicales…


A diferencia de otras ocasiones, este año se ha celebrado una mesa en torno a “un encuentro entre culturas” a propósito de esta novela y romancero, de la que se presentó una adaptación escrita por Pedro Dueñas, historiador y cronista de Cártama, para los alumnos de 3 de ESO de esta comunidad que, con suerte, puede extenderse por la comarca del Valle del Guadalhorce. El fin es que jóvenes y no tan jóvenes conozcan la historia, y, con ayuda de estos invitados, extraigan sus inagotables enseñanzas y nos ilustremos en una época confusa y desorientada como la nuestra. En fin, una vez más, conocer de dónde venimos, qué somos y adónde vamos. 


Uno de los términos que define nuestra época es “globalización”, entendido como un proceso de creciente interdependencia económica-política, con sociedades plurales compuestas cada vez más por individuos de diferentes culturas (multiculturalismo), de modo que necesitamos mantener un diálogo vivo y fecundo acerca de los valores que compartimos para convivir dignamente y de la mejor forma posible como personas en los espacios públicos.


Eduardo Torres Corominas, Doctor en Filología Española, sostuvo que “después de El Lazarillo de Tormes, es la novela más relevante de la literatura española del siglo XVI”, juicio que puede parecer demasiado contundente, pero que está en la línea de lo que declaró Menéndez Pelayo: esta obra, en la versión de Villegas, es “un dechado de afectuosa naturalidad, de delicadeza, de buen gusto, de nobles y tiernos afectos, en tal grado que apenas hay en nuestra lengua novela corta que la supere”. Luego hizo un instructivo recorrido por la recepción de esta obra en Cervantes, Lope de Vega, Chateaubriand… reivindicando la universalidad de valores que aborda, como la virtud, el respeto, la generosidad, la tolerancia, la confianza mutua, la reciprocidad, la lealtad, la concordia, la amistad…


Isabelle Taillandier, Doctora en Literatura Comparada y traductora de esta obra al francés, en la estela abierta por su compañero, nos preguntó: “¿Cómo se puede convivir entre individuos de diversas culturas?”. Esta pregunta no ha perdido vigencia, al contrario, ha aumentado con la globalización. Y la historia de El Abencerraje y la bella Jarifa puede arrojar luz sobre cómo convivir juntos. Asimismo, argumentó que Villegas no inventó estos valores, pero sí los supo reformular, trazando una conexión entre la libertad de conciencia, de religiones y de expresión que va del Renacimiento a la Revolución Francesa y los Derechos Humanos.


Abdelali Oamroni El Bouchani, Doctor en Traducción e Interpretación, defendió que “la traducción nos sirve para salvar barreras”; barreras que no pocas veces nosotros levantamos por el uso inadecuado del lenguaje, creando “etiquetas estúpidas” con la que encerramos y reducimos la multiplicidad de aspectos de los que se compone la identidad de una persona en uno que se rechaza y condena, y por el que es marginado y excluido: “extranjero”, “moro”, “negro”, “mujer”, “homosexual”… Por eso hay que educar desde el conocimiento, no desde los prejuicios. El “otro” no es un “enemigo”. No hay identidad sin alteridad. Las diferencias, que son ineludibles, bien entendidas nos enriquecen.


Virgilio Martínez Enamorado, Doctor en Historia Medieval y reconocida autoridad en la cultura de Al-Andalus, nos contó que “esta novela refleja el final de esta época, un mundo de fronteras y conexiones entre cristianos y árabes”, a pesar de la crueldad con la que fueron expulsados estos últimos durante el siglo XV. No obstante, “Al-Andalus es para los árabes lo que para los Occidentales es Grecia o Roma: un paradigma cultural”. De tal manera que durante Al-Andalus se ponen en boga valores que anticipan la Ilustración, corriente histórica-cultural de la que somos herederos. La vigencia del legado andalusí está ahí, señaló Virgilio, ofreciéndonos múltiples detalles y ejemplos de nuestro alrededor.
Ciertamente, tuvimos un buen encuentro con nuestros invitados, de esos que incrementan nuestra alegría y nuestra voluntad de cooperar y esforzarnos juntos por el bien común. Antes, ellos visitaron las ruinas del castillo de Cártama, por el camino de la ermita, donde se detuvieron ante cerámicas con imágenes y fragmentos de El Abencerraje y la bella Jarifa. Y al día siguiente fueron recibidos en Álora por el alcalde, paseando por el castillo y otros pintorescos rincones. En aquellos momentos, por las virtudes de nuestros invitados y por la hospitalidad con la que fueron recibidos, tuve la sensación de que se sentían de aquí o, aún mejor, de que se habían diluido las fronteras e identidades, y, como quería Sócrates, todos éramos ciudadanos del mundo en tierra de nadie y de todos